Día Internacional de Lucha contra el Chagas


El 14 de Abril se conmemora el Día Internacional de Lucha contra el Chagas, fecha que convoca a profesionales y sociedades médicas, y a la población en general, a reflexionar sobre la importancia de tomar conciencia y promover la intervención de políticas públicas que permitan mejorar la calidad de vida de las entre 6 y 8 millones de personas que aún se encuentran afectadas por esta enfermedad en toda Latinoamérica. 

Esta cifra es aún más contundente si se piensa en los 70 a 100 millones de habitantes en riesgo de padecerla por las condiciones de vivienda, y 2 millones que padecen enfermedad cardíaca por Chagas. Cada año se cobra 10.000 vidas.

En nuestro país, la relación es bastante similar: 7 millones de habitantes están en riesgo de contraerla, mientras que entre 1.600.000 y 2.500.000 se encuentran infectados, y 350.000 pacientes presentan cardiopatía por Chagas.

La enfermedad lleva el nombre de Carlos Ribeiro Justiniano Chagas, médico brasileño que la descubrió en 1909.

La enfermedad de Chagas se encuentra principalmente en América Latina, pero en las últimas décadas se ha observado con mayor frecuencia en los Estados Unidos de América, Canadá, muchos países europeos y algunos del Pacífico Occidental. Esto obedece sobre todo a la movilidad de la población entre América Latina y el resto del mundo.

En América Latina, el parásito T. cruzi se transmite principalmente por contacto con las heces infectadas de insectos triatomíneos ( Vinchucas ) que se alimentan de sangre. Por lo general, éstos viven en las grietas y huecos de las casas mal construidas en las zonas rurales y suburbanas. Normalmente permanecen ocultos durante el día y por la noche entran en actividad alimentándose de sangre humana.

En general, pican en una zona expuesta de la piel, como la cara, y defecan cerca de la picadura. Los parásitos penetran en el organismo cuando la persona picada se frota instintivamente y empuja las heces hacia la picadura, los ojos, la boca o alguna lesión cutánea abierta.
T. cruzi también se puede transmitir: por alimentos contaminados con el parásito; por ejemplo, por el contacto con heces de triatomíneo; por la transfusión de sangre infectada; por la transmisión de la madre infectada a su hijo durante el embarazo o el parto; por el trasplante de órganos provenientes de una persona infectada; por accidentes de laboratorio.

La enfermedad de Chagas puede tratarse con benznidazol , y también con nifurtimox, que matan al parásito. Ambos medicamentos son eficaces casi al 100% para curar la enfermedad si se administran al comienzo de la infección en la etapa aguda. Sin embargo, su eficacia disminuye a medida que transcurre más tiempo desde el inicio de la infección.

El tratamiento con estos medicamentos también está indicado en caso de reactivación de la infección (por ejemplo, por inmunodepresión), en niños que padecen infección congénita y en los pacientes al principio de la fase crónica.

El benznidazol y el nifurtimox no deben administrarse a las embarazadas ni a las personas con insuficiencia renal o hepática. El nifurtimox también está contraindicado en personas con antecedentes de enfermedades del sistema nervioso neurológicas o trastornos psiquiátricos.

No hay vacuna contra la enfermedad de Chagas. El método más eficaz para prevenirla en América Latina es el control vectorial.

A causa del gran número de animales silvestres que sirven de reservorio a este parásito en las Américas, no puede erradicarse.

La Organización Mundial de la Salud, Médicos sin Fronteras, Mundo Sano y otras siguen pregonando para que los distintos gobiernos trasladen las palabras en acciones concretas.

El Chagas no recibió una especial atención en Latinoamérica mientras afectó poblaciones de gente pobre. Hubo que esperar a que llegara a sitios como Europa o Estados Unidos para que se intensificaran las investigaciones científicas en busca de un tratamiento o una cura.

Recordamos también a Salvador Mazza:

Fue un médico y bacteriólogo argentino que en la década de 1930 estudió y confirmó los insectos vectores de la enfermedad, los hospedantes, la epidemiología y la patogénesis, además de diagnosticar varios cientos de casos y confirmar el carácter endémico de la enfermedad. En 1934, Mazza comenzó el período de descubrimientos masivos de casos de enfermos agudos, lo que constituyó uno de sus mayores aportes.  Así, Mazza terminó con lo que podría denominarse el «período de duda» respecto de la enfermedad, ya que hasta entonces se conocían muy pocos casos de formas agudas. En 1936 junto a C. Benítez describió un síntoma que puede (o no) aparecer al momento de la infección con el tripanosoma, la dacrioadenitis, y por ello se lo denomina signo de Mazza-Benítez.

La labor principal de Mazza en este punto fue el ataque al vector de la tripanosomosis americana, la vinchuca (Triatoma infestans). Por tal motivo alertó a las autoridades que uno de los principales factores para la expansión o existencia de la tripanosomosis y afecciones semejantes se encontraba en las precarias condiciones económicas, educativas e higiénicas de las poblaciones rurales y suburbanas del norte argentino.

Como resultado de su trabajo incansable y de sus descubrimientos, el tema de la tripanosomosis americana se convirtió en central en el VI Congreso Nacional de Medicina de 1939. En 1940, Mazza y Miguel E. Jörg definieron los tres períodos anátomo-clínicos de la enfermedad, definición cuya validez se extiende hasta el presente. 
Con todo, ni Mazza ni Jörg pudieron superar las trabas institucionales y políticas impuestas por la sociedad de la época, y la Misión de Estudios de Patología Regional Argentina terminaría por cerrarse doce años después del fallecimiento de Mazza.

En 1942 se contactó con el escocés Alexander Fleming con el objeto de organizar la producción de penicilina en Argentina y un año después obtuvo junto a su equipo la primera producción argentina de tal antibiótico. Sin embargo el gobierno de entonces ignoró los descubrimientos y esfuerzos de Salvador Mazza  y le retaceó de un modo casi absoluto todo apoyo económico, pese a que la producción extranjera de penicilina tampoco estaba disponible ya que casi en su totalidad se utilizaba para atender las necesidades en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial.


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